Controlar el avance de la deforestación continúa siendo uno de los grandes retos del Perú para poder cumplir con nuestros compromisos globales como los objetivos de desarrollo sostenible y el Acuerdo de París. El enfoque de paisajes, es decir la promoción de la conservación, de la mano con incentivos económicos y políticas que puedan promover alternativas económicas sostenibles a gran escala, es uno de los enfoques que el Estado y las organizaciones no gubernamentales vienen promoviendo para contrarrestar la deforestación.
Desde hace más de una década, en Conservación Internacional venimos trabajando en reducir la deforestación en la cuenca del Alto Mayo, San Martín. En su lugar, hemos buscado fomentar una agricultura sostenible y promover un desarrollo económico que garantice la protección del capital natural, se valoren los servicios del ecosistema como la provisión de agua, alimento y aire limpio, mejorando la calidad de vida de sus habitantes.
En este complejo paisaje de suelos fértiles, y belleza paisajística, coexisten una altísima biodiversidad de aves y especies únicas, comunidades nativas awajún, y un área natural protegida: Bosque de Protección Alto Mayo (BPAM), que se estableció para garantizar la fuente de agua para la población de los distritos de Moyobamba y Rioja. Sin embargo, durante los últimos 45 años, dos hitos transformaron la región. El primero fue la construcción de la IIRSA Norte, vía de comunicación que detonó un inusual y desordenado proceso migratorio y, posteriormente, la introducción de cultivos como el arroz y el café, y la instalación de toda una industria asociada a estos productos.
A raíz de esta migración, muchas familias se asentaron dentro del área natural protegida sin saber que ocupaban territorio del Estado o que sus prácticas usuales, como tumbar el bosque para convertirlo en chacra, estaban prohibidas. Todo empezó a dar un giro en el 2009 cuando, junto con el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Sernanp), empezamos a firmar acuerdos voluntarios que permitieron a los pobladores quedarse dentro del bosque de protección, pero asumiendo compromisos de conservación.
Un inesperado aliado llegó para ayudar con el financiamiento que se necesitaba para poner en marcha este ambicioso plan: la compañía Walt Disney buscaba dónde invertir para compensar sus emisiones de carbono y, a la vez, contribuir a conservar los bosques y mejorar las condiciones de vida de las comunidades aledañas. El BPAM reunía las condiciones ideales para el tipo de inversiones que Disney había planeado realizar.
Quienes firmaban los acuerdos eran las cabezas de familia, quienes junto con el Sernanp negociaban las condiciones de estos: capacitación y asistencia técnica para mejorar la producción y calidad de su café a cambio de no talar más bosques para convertirlos en cultivos agrícolas. Si cumplen con su parte, los beneficios se amplían para incluir equipos de post-cosecha del café, baños ecológicos, cocinas mejoradas o biohuertos para promover la seguridad alimentaria.
Se apoyó la creación de la única cooperativa de cafetaleros dentro de un área natural protegida. Desde su creación en el 2015, ha exportado a todo el mundo un total de US$1.8 millones gracias a las historias de cambio y conservación que hay detrás de cada uno de sus miembros que cuentan ahora con certificación orgánica y de comercio justo.
Así como los hombres empezaron a capacitarse y a cambiar su visión de vida, las mujeres se han organizado en comités de más de 250 miembros, creados para aprovechar recursos y generar ingresos adicionales para sus familias. Del mismo modo, se comercializa a nivel local la pitahaya y la miel de abejas nativas, se han creado orquidearios y centros turísticos para el avistamiento de aves, que diversifican y multiplican los ingresos de los habitantes de este paisaje. “Yo sé que mi futuro y el de mi familia dependen de mis decisiones de conservación”, nos dice Norbil Becerra, que renueva su compromiso cada año y acaba de recibir un premio de S/60 mil del Estado para su emprendimiento ecoturístico Arena Blanca.
Estos acuerdos han servido, no solo para reducir la deforestación durante 10 años consecutivos -primer proyecto REDD+ exitoso en un área natural protegida en el mundo con dichos resultados- sino que han convertido a esta experiencia en un claro ejemplo del potencial que tienen los proyectos REDD+ y cómo deben implementarse a nivel nacional y global.
Gracias a la experiencia exitosa de trabajar sistemas de producción compatibles con la conservación de bosques, es decir, trabajar en aumentar la productividad sin incrementar la deforestación, hemos podido apalancar una mayor inversión en el paisaje. Hoy trabajamos en las comunidades nativas con cacao, vainilla e infusiones aromáticas en base a plantas medicinales, que además ponen en valor el conocimiento de las mujeres awajún, bajo el marco de acuerdos de conservación que permiten mejorar la calidad de vida sin alterar los ecosistemas.
Trabajar junto con los gobiernos locales para promover un desarrollo económico que responda al mercado y a las capacidades dentro del paisaje es clave. En el caso del Gobierno Regional de San Martín se ha logrado que se instale la primera oficina de promoción de las inversiones sostenibles en la Amazonía. Este trabajo en conjunto permite a San Martín posicionarse como una región atractiva para las inversiones del futuro, aquellas que están comprometidas con el bienestar de todos sus habitantes mientras se conserva la biodiversidad.
Escriben: Daniela Amico y Percy Summers
(Foto abridora: Adrián Portugal)
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